Suelen generar sentimientos encontrados, por una parte se cierra una etapa y se hace la evaluación de la misma, por otra una nueva comienza y en ella ponemos nuestros mejores augurios.
Son momentos de sentimientos ambiguos porque al iniciar una nueva etapa inevitablemente se pone en la balanza lo que se ha logrado y lo que no. Es frecuente que las personas se pongan metas que se expresan diciendo: «El año que viene voy a cambiar de trabajo, casarme, hacer un viaje, tener un bebé, estudiar, hacer un postgrado, ir al gimnasio o simplemente tener mas tiempo libre.»
¿Cómo hacer para que estos deseos se cumplan y no queden sólo en enunciados? Lo más importante es saber que el deseo sólo nos marca la meta, después la tarea consiste en comprometerse y trabajar para lograrlo. Sabemos que la realidad es compleja y que nuestra situación depende de factores que no podemos manejar. Por eso no es fácil persistir en el camino y seguir adelante a pesar de los obstáculos que se puedan presentar.
Además de las evaluaciones y los deseos para el año nuevo, fin de año es la época de los encuentros con nuestros familiares y amigos. La contratara del amor y la paz son las complicaciones que surgen a la hora de planear como, donde y con quien festejar. Las reuniones familiares ponen al descubierto conflictos latentes que aparecen cuando debemos resolver esas cuestiones. Por ejemplo, en el caso de padres separados, si estos no han logrado comprender de manera saludable el nuevo vínculo que ahora los junta de otra forma, los hijos deben elegir con cuál de los dos van a festejar.
Algunos deben decidir si van a festejar con la familia más cercana o la más extendida. Hay otros que deciden reunirse con amigos, incluso hay quienes deciden no festejar. Todas estas decisiones afectan a quienes nos rodean, y que pueden reaccionar de forma poco amigable cuando lo que resolvimos no coincide con su forma de pensar.
Es bueno pensar las fiestas como una oportunidad de practicar la aceptación y la tolerancia hacia quienes nos rodean, sabiendo que el mundo no está siempre cortado a medida de nuestros deseos. Las diferencias existen y no siempre los otros van a responder como nosotros queremos.
Las fiestas de Navidad y Año Nuevo son una gran oportunidad para preguntarnos cuál es el deseo que moviliza nuestras vidas. El deseo nos da la posibilidad de emprender nuevos caminos, de confiar en que nuestros proyectos pueden cumplirse. Esta actitud positiva ante la vida hace que la comunicación con nuestros semejantes sea más fluida y amorosa. Por eso es importante que las palabras, deseo, paz, amor y felicidad no sean sólo enunciados sino que podamos introducirlas en nuestra vida cotidiana.
Ps. Belén Balmaceda